La foto de la derecha no es actual |
“Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad” Karl A. Menninger.
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“Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad” Karl A. Menninger.
Hace dos día recibí una noticia muy triste: una persona a quien tengo poco tiempo de conocer está en estos momentos perdiendo su batalla contra su propio cuerpo quien se resiste a la férrea voluntad de su dueña.
Conocí a Minerva en persona hace unos cuatro meses, en un desayuno de twitteras. Ya en otras ocasiones me había platicado de ella, y lo que más destacaban de su personalidad era su fortaleza y entereza en su lucha contra el cáncer. Encontré a una mujer menuda (rebasará apenas el 1.50 de estatura), morena, con melena corta color azabache; pero lo que más llamó mi atención fue su sonrisa franca, su ecuanimidad y una tranquilidad excepcional que emanaba con su sola presencia sentada ente la mesa. Los meses que siguieron seguimos en contacto vía twitter donde compartía con quienes la seguimos sus momentos de alegría, sus angustias, su dolor…
Suena muy duro: hoy está agonizando. Me informan que su doctor le está leyendo su Time Line y que reacciona con emoción a sus menciones. Espero que le puedan leer estas líneas inspiradas en el habernos conocido.
Gente llega y se va de nuestras vidas en diferentes formas. Algunos muy someramente, otros ni ruido hacen, pero otros dejan huella, para bien o para mal. Es a través de otros que nos conocemos a nosotros mismos. Minerva: nos vimos solo una vez más. Agradezco la confianza por compartir conmigo y tus otras amigas cosas tan personales. Quiero que sepas que tu manera de ver la vida, tu manera de explicar tus circunstancias me tocaron.
Tu cuerpo ya no puede más, pero tú te quedas en cada una de las personas a quienes tocaste. Guardaré en mi memoria tu imagen de la última vez que te vi: con tus ojitos cerrados, soportando el dolor de cabeza, escuchando las anécdotas de nuestra adorada comadre con tu hermosa sonrisa porque estabas feliz de que estuviéramos ahí.
Bien lo dice tu bio en twitter: sobreviviente. Hasta el final lo hiciste con entereza, con dignidad y con amor.
Pensar en una video-llamada hace unos cuantos años sólo sucedía en películas, libros de ciencia ficción o en las caricaturas futuristas. Y justo en este momento mi hija, de cinco, está conectada en Facebook utilizando el video-chat platicando con su primo que vive en la otra punta del país.
Cuando era más joven, la comunicación entre personas que se encontraban lejos unas de otras se reducía a: telegramas, por ejemplo, si el asunto era urgente o breve. El que llegara un mensaje de este tipo en tu cumpleaños era altamente valorado, sobre todo por las implicaciones logísticas para enviarlo, las que se traducían en cuán importante eras para la persona que lo había enviado.
Si de hacer relatos más largos o compartir sentimientos profundos se trataba estaban las cartas. ¡Ah, las cartas! Era todo un ritual comunicarse por medio de ellas. Desde escoger el papel más bonito (sobre haciendo juego, por supuesto), “adjuntar” fotografías, hasta llegar a la oficina de correos, hacer fila, pegar los timbres…Y con cuánta impaciencia se esperaba la llegada del cartero para ver si traía una misiva del amor que se encontraba del otro lado del charco. Tardaban entre 2 y 3 semanas en llegar, si bien te iba. La (in)eficiencia de Correos era harto conocida.
Estaba el teléfono, por supuesto, nunca tan sobre estimado como entonces. Su uso debía ser a discreción ya que cada minuto se contabilizaba y costaba. No digamos las largas distancias, que si eran internacionales a tenían que ser extremadamente rápidas e iba de por medio tu mesada para pagarla amén de tener que recurrir, en ocasiones, a la operadora para que enlazara la llamada.
Pertenezco a la generación que ha vivido la rápida evolución de las tecnologías de la comunicación. Me maravilla (sí, todavía tengo capacidad de asombro) lo que Internet está haciendo en (y con) nuestras vidas. Gracias a él mis padres sufren menos la lejanía del benjamín de la familia y pueden “conectarse” vía Skype hasta el otro lado del orbe y literalmente tomarse el café con él y mi cuñada mientras se ponen al día con los aconteceres familiares. Gracias al BlackBerry Messenger puedo estar en contacto con mi hermana, quien también se encuentra lejos, prácticamente todo el día.
Hoy tenemos correo electrónico, e-cards, chats, Facebook, mensajería instantánea, twitter, foros en donde hablamos de cualquier tema , donde nos resuelven dudas, cuentan chistes, entablamos juegos, mandamos y recibimos fotografías, videos, audios, con una velocidad pasmosa. Todos estamos a la mano, “disponibles”, “activos”. Por mi trabajo, y también como mamá, no me ha quedado otra más que entrarle a esta vertiginosa carrera y tratar de estar al día con las más recientes aplicaciones, dispositivos móviles, las últimas redes sociales y el argot que se maneja en cada una. A veces seguirle el paso resulta más que una experiencia: apenas entiendes una aplicación, cuando ya llegó otra, y otra, y otra más. Que si la la tablet, que si android, que si ipod, iphone, ipad…..Ay Diossssss!
Sí. Hoy nos comunicamos al instante, atravesando distancias, husos horarios y hasta lenguaje. Las redes de comunicación me han puesto en contacto con gente de mi pasado, de quienes me da gusto saber, pero con quienes en su mayoría ni interactúo; me han puesto en contacto con gente que no conozco en persona, y que seguramente no conoceré jamás, pero que se van dando a conocer con su manera de pensar y con los que tengo diferentes grados de empatía.
Y encontrándome envuelta en toda esta telaraña de comunicación me pregunto qué tan verdaderamente significativa es en mi vida y qué tanto me comunico con quienes de verdad están aquí, en vivo y a todo color.
Veo gente con una gran “vida” social colgando de un teléfono móvil mientras que la vida real, aquí afuera, se les pasa de largo. Gente que está más al pendiente de actualizaciones de estado, de “like”s o que conocen más las andanzas de tal o cual arroba que lo que pasa en su entorno inmediato; gente que está más al pendiente de informar a una miríada de “alias” que está en tal o cual lugar y que acaba de ganar un “badge” en vez de estar al pendiente de los críos que se están medio matando en sus narices. O la persona que tienes a tu lado, o uno mismo, usando los últimos minutos del día enfrascado en conversaciones insulsas vía chat con equis persona en vez de darle calidad y tiempo a tu comunicación con tu pareja o hijos.
Destaco lo positivo que tiene esta carrera de la comunicación, pero me es muy necesario ir haciendo altos una que otra vez y regresar a lo básico, a lo esencial, a lo “primitivo”. Tomar el teléfono y llamar a los amigos y saber de ellos de viva voz en lugar de escribir en su muro de Facebook y darle un “me gusta” a su “estado”; darnos el tiempo de tomarnos un café, platicar, vernos a los ojos; seguir construyendo las relaciones que nos importan, con las que nos hemos comprometido, con las que queremos que crezcan; con los que se han quedado del pasado, con los que han ido llegando.
Porque la tecnología y sus redes siempre van a estar ahí, contigo o sin ti. Pero la vida real no va a estar esperando siempre, y yo, por lo pronto no quiero llegar al punto de estar en ella #forevealone.